Como sólo las hembras ponen huevos y de los huevos incubados salen polluelos machos y hembras, los machos son asfixiados con gas o triturados vivos como “residuos inutilizables”. Estos pollitos machos no sirven para la “producción de carne de pollo”, porque para la producción de carne hay razas especiales de pollos. La destrucción diaria de crías de animales es algo normal (también en la agricultura biológica) y una realidad cotidiana permitida por las leyes de “protección animal” de este mundo, porque los consumidores se empeñan en consumir la bomba de colesterol llamada huevo.
Innumerables grabaciones (filmadas de manera abierta y encubierta) de mataderos en todo el mundo demuestran que los animales no sólo están expuestos a los inevitables horrores y tormentos de la cría de ganado intensiva y la matanza, sino que son maltratados a propósito por los empleados del matadero por sadismo u otros bajos motivos. A mí, que soy médico con conocimientos de psicología y psiquiatría, la crueldad extrema en los mataderos no me sorprende.
Después de evaluar numerosas grabaciones, me parece que el matadero es un lugar ideal para vivir perversiones sádicas (casi siempre con impunidad). Esto también debería tenerlo claro cualquier consumidor de productos de origen animal. Por cierto, también las vacas lecheras y las gallinas ponedoras se sacrifican en los mismos mataderos cuando están exhaustas y ya no dan beneficios. Por lo tanto, en última instancia no existe ninguna diferencia ética entre el consumo de carne, leche y huevos. Los animales de la explotación ecológica dejan su vida en los mismos mataderos y sufren el mismo terror que todos los demás animales destinados a la matanza. La etiqueta “ecológica” con respeto a productos provenientes de animales no es nada más que un truco de marketing, manipulando a la gente compasiva para que consuman carne, leche y huevos con una conciencia más o menos tranquila.
La tan proclamada “protección de los animales” falla completamente cuando se trata de animales útiles ya que en realidad, en el mejor de los casos, se trata de “protección de peluches”, de perros y gatos. El periodista Ingolf Bossenz lo resumió en pocas palabras en un artículo:
“El Bienestar Animal en el estado burgués tiene una definición clara. Quién acaricia a su perro con una mano y con la otra se está comiendo un escalope corresponde a la esquizofrénica imagen ideal.”
Cada consumidor decide cada día en el mostrador de la tienda si quiere apoyar, al comprar productos animales, la continuación de esta brutal explotación, la tortura sin piedad y la muerte de los animales.
Muy recomendable para seguir estudiando el tema:
•“Food revolution” John Robbins Edición Red Wheel Weiser ISBN-10: 1573244872
•Earthlings www.youtube.com/watch